Seguramente habrán visto Wall-e, ¿no? La película del pequeño robot que limpia la basura del planeta mientras sus anteriores inquilinos humanos orbitan tediosamente la Tierra a bordo de una nave-hotel donde pasan el día engordando sobre sofás que levitan a toda velocidad. Cuando fue lanzada por primera vez, en 2008, la posibilidad de que el hombre acabara despojado de aquello que lo hace humano paradójicamente por el mismo producto de su inteligencia, resultaba una simpática exageración del porvenir de nuestra especie. El factor deshumanizante de la tecnología aún no formaba parte de la conciencia colectiva, al menos no para la gran mayoría de personas, y una escena como la siguiente pertenecía aún al reino de lo improbable.
Hoy, sin embargo, un futuro así no solamente es probable, sino que es totalmente factible. Contamos ya con una base tecnológica potencialmente capaz de construir megaestructuras incluso en otros planetas. ¿Es una locura decir que algún día dentro de pocos años veremos una cuadrilla de Spots, los perros robóticos dotados de inteligencia atlética por BostonDynamics, desembarcando en Marte para construir la primera colonia extraterrestre? ¿Pernoctará un multidisciplinar equipo de ingenieros-colonos en la órbita marciana mientras dirigen a los robots haciendo uso de BIM y realidad virtual?
Hacia la masificación de la inteligencia artificial
La reciente apertura a las masas de Chat-GPT3 por parte de openAI es uno de los hitos clave de la entrada en una nueva época. Se trata del asistente virtual del futuro, una inteligencia servil y obediente que se nutre de nuestras preguntas y contraargumentos para perfeccionar su verborrea. No obstante, al ser una entidad capaz de procesar y analizar ingentes cantidades de información, no hay que olvidar que la tecnología GPT3 tiene ante sí el mismo problema con el que se ha encontrado siempre el pensamiento humano: desentrañar la realidad para discernir entre lo verdadero y lo falso.
Con sus 175.000 millones de parámetros y otros tantos millones de usuarios combinándolos de millones de maneras más, resulta evidente la necesidad de regular tanto la información arrojada por la GPT-3 como el acceso a su uso. Ahora bien, ¿a quién tocaría decidir los valores éticos que determinan la información que vierte y el modo en que la expresa? ¿En base a qué criterios debería restringirse o concederse el uso de una herramienta capaz de generar código malicioso o escribir recetas de narcóticos? ¿Tendrían que ser consensuados con acciones legislativas emanadas, por ejemplo, a partir de un pacto global que sirva de marco a las naciones? ¿Habría más bien que evitar una posible monopolización del control sobre la IA por parte de los estados que conlleve a escenarios dictatoriales?
En el Reino Unido, por ejemplo, ya se han dado a la tarea de regular la IA; en la Historia quedarán registradas para siempre las palabras con que la robot Ai-da, famosa por sus pinturas, respondía a las preguntas que los parlamentarios le hacían a propósito de sus capacidades.
El AEC en la era de la inteligencia artificial
¿Qué lugar ocupa el sector AEC en mitad de todo este estado de cosas? Un buen punto de partida para responder a la pregunta es considerar las dimensiones de la industria de la construcción. Basta señalar que alrededor de un 40% de las emisiones de gas carbono emanan del sinfín de actividades involucradas directa o indirectamente con ella. Teniendo en cuenta el afán de lucha contra el cambio climático que muestra hoy buena parte de los gobiernos del mundo, cabe esperar que la inversión en IA por parte del sector público y privado se multiplique con los años.
En definitiva y, cuando menos, es interesante caer en la cuenta de que, muy probablemente, la inteligencia artificial acabará por transformar el sector de manera radical, mucho más de cuanto la Metodología BIM la está transformando hoy. Quizás, incluso, aquellos hipotéticos colonos-ingenieros no tengan que ocuparse de nada más que de correr en una cinta mientras observan desde la órbita, a través de los cristales de la nave, cómo la inteligencia artificial levanta de nuevo la civilización.